“Los que jugaron contra el Sevilla y Dembélé hacen regenerativo; el resto, a entrenar”, señalaron desde el cuerpo técnico del Barça en el primer día de entrenamiento de la semana. “¿Dembélé jugó?”, preguntó, en tono burlón, uno de los pesos pesados del grupo. “Bueno, los titulares más Ousmane”, resolvió uno de los técnicos. Nadie pudo contener la risa en el campo Tito Vilanova. El problema, para Dembélé, es que detrás de las gracias de sus compañeros se esconde una historia de hartazgo. Una historia corta. Sin embargo, suficientemente grotesca como para alterar hasta a un tipo comprensivo como Valverde, que lo dejó en el banquillo ante el Inter.
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