Todos los inicios de temporada de Luis Suárez son a cámara lenta porque con el sol veraniego gana algún kilo de más y pierde kilómetros de rodaje. No fue distinto al principio de este curso, hasta el punto de que parte de la afición del Camp Nou, ácida y exquisita, ya le descoronó como el mejor socio de Messi en la punta de ataque, como el delantero goleador que siempre ha sido. Hasta se lamentó la cesión de Alcácer —anónimo en el Barça y sorprendentemente atinado en Alemania— al Dortmund. No levantó la voz el delantero uruguayo como nunca lo hizo, acaso para hacer autocrítica, y frente al Madrid reprobó a la crítica con un fantástico hat-trick, algo que no hacía ningún ariete azulgrana desde Romario en 1994, amén de Messi.
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