Santiago Solari estaba satisfecho con su rutina tranquila y funcionarial en el gran ministerio de Valdebebas. No tenía prisa por entrenar en Primera División. Sus hijos se criaban felices en el norte de Madrid y él disfrutaba educándolos en un entorno discreto y estable. Ponerse las botas cada mañana para entrenar al Castilla y recibir órdenes procedentes del lejano Bernabéu formaba parte de hábitos que trascendían la costumbre. No recordaba otro tipo de vida. Eduardo, su padre, que también fue futbolista y entrenador, lo había criado de manera que el olor a hierba, las charlas tácticas y el sonido del toque de la pelota se le incrustaran en la mente de la misma forma que se constituye el carácter. El destino, sin embargo, le reservó una prueba de estrés. El lunes le llamaron para que se hiciera cargo del primer equipo en pleno hundimiento. Después de años de hipertrofia, el Real Madrid atraviesa su peor crisis de la década.
source Portada de Deportes | EL PAÍS https://ift.tt/2CSHcOs
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire