El partido está a punto de comenzar. Todo está listo. Los piratas también. Uno teclea frenético en el ordenador de su casa el nombre de los equipos que se enfrentan y añade: “ver en directo”, “streaming”, “ver en línea”, “gratis”. Otro ya ha conseguido la señal en la pantalla de su televisión: días atrás adquirió un decodificador ilegal tras buscar vendedores en páginas web y perfiles de redes sociales. Como ellos, son miles los aficionados que, cada jornada, todos los fines de semana, eligen el lado oscuro para ver a sus equipos favoritos. Pero la cifra ha bajado radicalmente. Son muchos menos que temporadas atrás y cada vez lo tienen más difícil. LaLiga ha desarrollado una tecnología propia tan potente y sofisticada que ya se exporta a otras competiciones, como la Liga belga, y a otras instituciones, como el Ministerio de Cultura. Su centinela digital rastrea sin descanso la Red –la web y aplicaciones móviles, absolutamente todo–, utilizando las mismas palabras que los usuarios emplean para buscar las señales piratas. Su diccionario aumenta cada segundo: intuye y aprende nuevos términos gracias a la inteligencia artificial. El software encuentra los partidos ilegalmente emitidos, ubica el lugar del mapa desde el que parte la señal y quién es el dueño del dominio que propicia el subterfugio, y lo denuncia. En la mayor parte de las ocasiones el contenido se retira en cuestión de segundos.
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