Si quiere un dulce en Vitoria, no vaya a Mendizorroza. Mejor comprarlos en alguna confitería de la histórica calle Dato. En el campo del Alavés que nadie espere bombones. Abelardo ha convertido el estadio en una fábrica de tornillos, que funciona a pleno rendimiento. El campo vitoriano, que lleva décadas en medio de una zona residencial, rodeado de equipamientos deportivos, es en realidad una factoría en la que todos los actuantes se ponen el mono de trabajo.
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