Tenía el Alavés la media sonrisa preparada porque ganar al Levante le garantizaba prácticamente la permanencia (que probablemente no corra peligro). Media sonrisa que se convirtió en sonrisa total cuando Chema derribó claramente a Pedraza en el área pequeña y el árbitro lo castigó con dos sanciones: penalti -claro, indudable- y expulsión, quizás demasiado estricta. El Levante respiró cuando Manu García lanzó fuera el penalti, pero a partir de ese momento debería jugar con 10 más de 60 minutos.
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