Ausente en el campo, presente en el vestuario. Messi saltó del palco del Wanda Metropolitano a los camarines para intentar levantar la moral de sus compañeros, en terapia intensiva, tras la paliza que le propinó España. “Salgan de acá con la cabeza en alto, esto los vamos a sacar todos juntos. Tranquilos”, le pidió el capitán de la Albiceleste a sus compañeros, tras la goleada histórica en la casa del Atlético de Madrid. Hace ocho años, cuando en el Mundial de Sudáfrica, el entonces entrenador de Argentina, Diego Maradona, le soltó el brazalete de capitán por primera vez, Messi estaba inquieto. “Solo le vi nervioso una vez”, contó Juan Sebastián Verón, tiempo después; “fue antes del primer partido con Grecia. No era la responsabilidad ni el liderazgo lo que lo incomodaba. Era que tenía que dar un discurso ante sus compañeros”. Hoy, Messi borró la timidez de sus registros. Es el líder total de una selección, especialmente tocada después del duelo ante España. El partido que el 10 azulgrana más ganas tenía de jugar. Sus molestias musculares en el aductor de la pierna derecha no se lo permitieron.
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