Quizás es porque tenga solo 20 años. Del mismo modo, porque no debe ser fácil para un futbolista de esa edad jugar con una autoridad incuestionable y en un equipo como el Barcelona. Y más, también, cuando uno se encuentra en un estadio complicado huérfano de la ayuda de Lionel Messi. Sin el rey sobre el césped del Sánchez Pizjuán, los llamados a la sucesión, si ésta pudiera producirse realmente, no acabaron de mostrar su mejor versión. Es lo que le ocurrió a Ousmane Dembélé, pegado a la banda derecha, en un diseño algo novedoso en este Barcelona con el francés y Coutinho de extremos.
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