“Estoy bien”, dice Messi, sin apenas mover los labios, en el trayecto que va del autobús al hotel, del hotel al autobús, del vestuario al campo y del campo al vestuario. Responde a media voz a las demandas de la multitud. La información es parcelada y efímera. “Jugará si él quiere jugar”, dicen desde la concentración argentina. Compañeros, entrenadores, fisioterapeutas, médicos, utileros, todos le informan a él y él los vigila economizando gestos. El diez de Argentina es el único signo de permanencia y calma en la selección que este martes (21.30, Telecinco) se mide a España en el Wanda.
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