“Este Mundial es la última oportunidad”, declaró Leo Messi a la cadena de televisión Fox Sports horas antes de disputar el partido amistoso que enfrentará a su selección, Argentina, con España. Si lo dice quien lo dice, poco hay que añadir. Sin embargo, aquí un servidor no lo ve tan claro. Y no por una cuestión de edad, qué vulgaridad, pues Messi cumplirá 31 años en junio, por lo que, si las matemáticas siguen siendo exactas, en el siguiente Mundial, el de 2022, tendrá 35. Y mucho tendría que cambiar el panorama para que un futbolista que sobre el césped maneja los tiempos como le da la gana, no se lesiona por mucho que le atropellen y muestra un insultante don para convertir en fácil lo imposible, no siga por entonces en magníficas condiciones. Pero lo dice Messi y eso va a misa. Añadía, además, en sus declaraciones que él y sus compañeros de selección no están en deuda con los hinchas argentinos, sino con ellos mismos. “A la gente no le debemos nada”, asegura el 10, en una frase que levantará ampollas en algunos círculos, sobre todo en aquellos en los que se considera que fallar un gol o errar un pase es algo así como pisotear el escudo, la bandera, la patria misma, ¿qué es marrar un penalti sino alta traición?, piensa tanto prócer de esto del fútbol como hay.
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