El mejor ciclista español del Tour durmió mal la última semana de la carrera. El desasosiego que se quitaba el sueño lo identificaba, la frustración por no haber podido estar a la altura de sus piernas, por haber acabado las etapas con la sensación de haber dejado en el aire lo que podría haber ocurrido y nunca ocurrió; y también conocía la razón del malestar: la manera con la que su líder, Chris Froome, había impuesto su jerarquía; la solución no la encontraba. La noche del sábado, Mikel Landa (Murgia, Álava, diciembre de 1989) sale un rato del remolque-comedor donde el Sky celebraba la victoria del cuarto Tour de Chris Froome con un menú especial, hamburguesas y cervezas, y habla de su mejor Tour y de sus peores emociones. Y del futuro, en un equipo que no será el Sky pero cuyo nombre no puede desvelar hasta el 1 de agosto.
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