El Tour equivale a un cambio de aires, o si se quiere, de manías. Te introduce en una bifurcación sin los latazos de la vida diaria. Enciendes la televisión después de comer y es como limpiar la mesa con un gesto brusco, arrojándolo todo a la alfombra. El mundo pasa a un segundo plano; o al suelo. Harto de la dirección que ha seguido el año, comienza la carrera y al fin te desentiendes de lo que no sea aquello que ocurre entre las tres y las cinco y media de la tarde, cuando la vida flota. No te interesa nada más, ni siquiera tus asuntos. Chasqueas un par de veces los dedos pulgar y corazón y apartas de tu vista los temas pendientes. Después te arrojas al sofá diciendo en voz alta, a un secretario que algún día te gustaría tener, que no te pase llamadas, por favor; tienes lío.
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