Desde que en 2011 la UEFA puso en marcha una batería de medidas destinadas al control de las cuentas de los clubes de fútbol europeos a las que encuadró bajo el concepto de Fair Play (juego limpio) financiero, la economía de todos ellos se ha sometido desde entonces a controles periódicos que en muchos casos les ha obligado a replantearse sus inversiones por temor a las represalias.
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