Sudaba y sudaba Gael Monfils, a chorros. Lógico, porque delante tenía a un Rafael Nadal pletórico en lo técnico y lo físico, así que exprimió al parisino como a una naranja. No afloja este Nadal, látigo y muro, este Nadal rehabilitado, porque rompe la pelota y frustra al de enfrente devolviéndoselas todas. Que se lo pregunten si no al jovenzuelo Zverev, consumido en la ronda previa, y ahora a Monfils, un atleta que terminó agotado y entregado, vencido por 6-3, 6-3, 4-6 y 6-4, en 2h 55m. El triunfo le condujo al balear directamente a los cuartos del Open de Australia, a un choque de envergadura con el gigantón Milos Raonic (7-6, 3-6, 6-4 y 6-1 a Roberto Bautista, después de 2h 51m).
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