Corrió hacia atrás con frenesí para corregir la posición y evitar la contra que ya organizaba la sala de máquinas de la Real. Y logró su cometido porque sisó el esférico al rival a la vez que recibió una patada de Willian José. Después, cuando le tendió la mano, no se la negó pero sí que descartó la cháchara que le ofrecía el brasileño (seguramente para pedirle perdón) y puso la pelota de nuevo en juego. Mascherano no estaba para bromas ni para otra cosa que no fuese jugar. Anoche se encargaba de tejer fútbol desde la medular y, sobre todo, de actuar de quitanieves ante las posibles embestidas de los txuri-urdin. “No es fácil reemplazar a Busquets, es prácticamente imposible”, diría. Se salió con la suya.
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