Por la cuesta que sube desde la plaza de Unzaga hasta Ipurua no había ni sonrisas ni lágrimas. El público asistía al encuentro como quien espera en la cola de la ventanilla de tributos e impuestos. Sin fe, con desgana. ¿Y cómo se tramita la desgana en el fútbol? Se apela a la autoestima de los desheredados, de los marginados, por volver al sistema que los expulsó. Se apela, si llega al caso, a la épica que envuelve los milagros. A que cosas más raras se han visto. A que por qué no. Pero el fútbol es demasiado jerárquico para permitir revoluciones, siempre ocasionales, anecdóticas. Ni el Eibar ni el Atlético pensaban que podía llover café tras el 3-0 de la ida. España no es Inglaterra, por eso la Copa no es la Copa.
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