No hubo goles en Mendizorroza y lo festejó el Celta, que en plena sequía valora los puntos como si fuesen diamantes. Se marchó decepcionado el Alavés y su gente, que no deja de alentarle y convierte cada experiencia en el campo vitoriano en un mal trago para los rivales. Pero el Celta logró que poco sucediese y ese fue su mérito, conseguir que se le fuese medio partido al limbo a los chicos de Abelardo, que además cuando lograron activarse se encontraron con el portero Rubén Blanco.
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