No hay grises en el fútbol de Dembélé, capaz de lo mejor y de lo peor en una misma jugada, de quebrar cuatro cinturas para después hacer una mala entrega de apenas un par de metros. Pero es la apuesta [de 150 millones] del club –de ahí el morrocotudo enfado de la directiva tras la derrota del curso anterior en Roma, cuando el francés se quedó de inicio en el banquillo-, como también lo es ya del entrenador porque este año el extremo ha resultado decisivo en un buen racimo de encuentros al tiempo que Coutinho no ha pedido paso, aletargado desde que comenzara el curso y en el banquillo del Groupama Stadium, castigo que pasa de amenaza porque era el choque más importante hasta la fecha para el Barcelona. Envidó de nuevo Valverde con Dembélé para batirse con el Lyon y la jugada salió a medias, tan peligroso en los ataques como desatinado en las resoluciones.
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