El Instant Replay, sistema que esta temporada ha popularizado el fútbol con el sugerente nombre de VAR, se fundió en el WiZink Center con el Gran Hermano periodístico desencadenado por el error arbitral de sancionar como ilegal el tapón de Randolph a Tomic cuando quedaba un segundo para concluir la prórroga de la apasionante final entre el Real Madrid y el Barcelona. Faltaban cámaras para atender todos los frentes y espacio para apostar los micrófonos ante tantos representantes del Madrid ansiosos por proclamar a los cuatro vientos el robo del que, según ellos, acababan de ser objeto, allí, en su casa, en una final de Copa, ante más de 13.400 espectadores con mayoría madridista, y, frente a su eterno antagonista, el Barça.
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