Como el apasionado amante de la fotografía que es, Ernesto Valverde tiene buen ojo para la realidad: hay lo que hay. Pese al eco estruendoso que supone ser entrenador del Barça, el Txinguirri se aleja del espumoso mundo de los narcisos, circula de puntillas, normaliza el estado de la cuestión y actúa en consecuencia. Pocos como él para hacer de la necesidad virtud. Si Messi tira del Barça en el campo, Valverde es quien remienda al equipo y a la institución con sosiego, sensatez y un paso lateral acorde con su apodo de hormiga.
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