El Barça dejó al Madrid en la lona de la Liga tras un ejercicio sutil. Cuando el clásico se dirimió a los puntos, el equipo azulgrana se refugió en Piqué. Cuando llegaron los mamporros la cosa se puso fea para los madridistas: Messi tomó el centro del escenario. De un duelo neutral en el primer tiempo se pasó al choque de Messi, gobernante absoluto de un segundo periodo que enmarcó a los barcelonistas y dejó momificados a los del Real. Del Madrid resistente del inicio a un Madrid de nuevo cuarteado en la Liga, a la que no se entiende que haya perdido apego. El líder, ya con 14 puntos —y un partido más— que el campeón, tuvo sello en Chamartín. Llegó con alfileres por falta de efectivos y porque su banquillo da para lo que da, nada ver con el deslumbrante armario de su adversario. Con todo, supo curtirse y fajarse de entrada y dar la estocada con Messi mediante. Con Valverde este Barça con más tambores que violines encontró en el mejor feudo posible una victoria reivindicativa como pocas.
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