El Deportivo se ha sacado el visado de todos los equipos que se condenan al padecimiento. Se acompaña de aseadas intenciones con la pelota en los pies, pero es un desastre sin ella, una verbena defensiva carente de un pasillo de seguridad y adobada por una pléyade de futbolistas cortados por un patrón que no les empareja con la agresividad. En apenas tres de los 17 partidos que se han disputado en este campeonato el equipo coruñés ha terminado con la portería a cero, en once de ellos encajó al menos dos goles o lo que es igual: hubiera necesitado tres para vencer, la misma cuesta arriba que tenía en esta ocasión al descanso ante el Celta y en Riazor. Golpeado con lo mínimo, el Deportivo se fue a la lona castigado porque tiene mandíbula de cristal, no es contundente y tampoco sabe alzar la guardia, un pecado además si enfrente tiene un equipo con colmillo. Tres veces tiró entre los tres palos el Celta, tres goles marcó y tres puntos se llevó.
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