samedi 23 décembre 2017

El Madrid muere de nostalgia

Iniesta está en ese estado en que no sabe cuándo será su último gran partido. Eso lo convierte en una rareza de museo: hay un lado legendario sin efectividad, como un jugador objeto de visitas, y otro en que de repente se desempolva como una Gioconda. Es un cuadro, y el cuadro se puso ayer a quebrar y correr, y con él se puso a bailar el Barcelona como espejo de su tiempo más feliz. Acabará Messi con María Teresa Campos recordando sus partidos en el Bernabéu con las botas abrochadas. Así iba la vida y así nos iba a todos hasta que la pisoteó Busquets y se la entregó a Rakitic, y Rakitic corrió hasta llegar al área del Madrid, un equipo para entonces empequeñecido por asombros livianos, entre ellos el de ver cómo su gran primera parte no tuvo ningún efecto.

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