A Valverde, persona astuta y cabal, técnico observador, ocupado en la preparación del partido con el Madrid, le sorprendió la tranquilidad con que sus jugadores se entrenaban durante la semana del clásico. La actitud de la plantilla le ayudó a no obsesionarse con el Bernabéu. Había que actuar con la naturalidad de siempre y la rutina de cada temporada, no poner la venda antes que la herida, como responde el técnico cuando le preguntan por el comportamiento sorprendente de futbolistas antes cuestionados como Vermaelen, Paulinho o Alcácer.
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