A mazazos de verticalidad, a cuchilladas de velocidad, el Atlético crujió al alocado Bayer Leverkusen en un partido que rozó la esquizofrenia. El marcador siempre fue a favor de los rojiblancos, pero su alteración, cada vez que el equipo local acortaba distancias, reabría el partido y la eliminatoria. Un tobogán goleador y de sensaciones propias de la vieja Copa de Europa. Fue un duelo por ver quién golpeaba más y mejor. Lo hizo el Atlético, aunque concedió dos goles. Una vez más quedó grabado que si fútbol es fútbol un equipo alemán es un equipo alemán. No hay que dejarles levantarse, porque entonces emerge ese gen que los convierte en irreductibles rebeldes contra la derrota. Encajó golpe tras golpe el Bayer, pero no desfalleció nunca. Se fue atrevido a por el Atlético y se encontró con un equipo que empleó la contundencia en el área de Leno que demandaba su entrenador. En la suya propia no tanto. Una vez más el equipo de Simeone ha vuelto a ser mejor en campo ajeno que en el propio. Y ya van unas cuantas veces en lo que va de curso. Con el 2-3 tuvo que refugiarse en su área, con la hinchada alemana rugiendo y jaleando cada embestida corajuda del animoso Bayer. Filipe Luis le sacó bajo palos a Chicharito el que pudo ser el empate a tres. Torres le propinó el último mandoble, que suponía el 2-4 y ahí ya sí partido y eliminatoria se decantaron para el Atlético.
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