Los despropósitos del Barcelona son ya tan continuados y asombrosos que las explicaciones estadísticas y los atenuantes clínicos resultan redundantes. El desastre va más allá de una derrota. Perder ante Estudiantes (83-81 en la prórroga) no es de recibo para el equipo de Georgios Bartzokas, pero entra dentro de lo posible, aunque el nivel cualitativo de los de Salva Maldonado es netamente inferior. Lo demuestra la clasificación, el potencial de las plantillas y el hecho de que hasta ahora no había superado a ninguno de los siete primeros clasificados.
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