Un hilo de voz dulce emana del auricular del teléfono. Son las once de la noche en Kuala Lumpur y Carla Suárez acaba de regresar a su hotel tras una jornada de aguacero y retrasos. La canaria, 28 años, reproduce desde la lejanía un discurso optimista, aunque los últimos tiempos han sido difíciles para ella. Y es que la tenista ha estado a merced de una inclemencia que suele consumir el ánimo de los deportistas: la incertidumbre. “Voy mejor, cada día un poquito mejor, pero la evolución es muy lenta. He ido pasando fases, pero a medida que avanzan las semanas te entran las ansias por competir. Pasan los días y estás cerca, pero a la vez tan lejos…”, cuenta la 14 del mundo.
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