El Nápoles vivió de Higuaín para soñar. Se agarró a los 42 goles que logró el argentino la temporada pasada para ser uno de los pocos equipos que puso en cuestión el dominio de la Juventus, aunque no lo logró. Los bianconeri sumaron su quinto scudetti consecutivo pero el dolor del Nápoles, que terminó segundo a nueve puntos, no se quedó ahí. En verano cómo su máximo goleador cambió el sur de Italia por el norte, el azul celeste por las rayas blancas y negras, en el mayor traspaso del verano. 90 millones de euros para decir adiós a un futbolista capital. Pero la vida siguió en Nápoles, que invirtió semejante fortuna en cuatro jugadores: Milik (32), Diawara (14,5), Zielinski (14) y Tonelli (10). Un delantero, un pivote, un mediocentro y un central. Porque por ese dinero se podían reforzar muchas parcelas.
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