Lo cierto es que no hemos entendido ni una sola palabra, míster, para qué nos vamos a engañar. Siempre fuimos japoneses y, no te rías, ni siquiera lo sabíamos. A veces me pregunto hasta qué punto hemos vivido con la luz apagada y rodeados de tinieblas que llegamos a pensar que el japonés eras tú, con aquel castellano tan particular que te gastabas entre pitillo y pitillo, sazonado a tu manera con no sé cuántas lenguas más, alguna de ellas inventada. Ni papa, míster, nada.
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