Roberto Martínez quiere triunfar donde Napoleón fracasó. El entrenador catalán (Balaguer, Lérida, 1973), se ha mudado a la ciudad belga de Waterloo, escenario de la derrota más sonada de los ejércitos del gobernante francés, para reconstruir desde primera línea el dañado orgullo de la selección belga tras una Eurocopa en la que no remató las expectativas creadas. A 15 kilómetros de su casa, en Tubize, Martínez trabaja cada día en la ciudad deportiva de la federación con el reto de aprender a ejercer su oficio sin el contacto diario de los jugadores. La elección busca el aroma a fútbol lejos de la más administrativa sede de Bruselas. "Aquí puedo usar chándal", dice sonriente.
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