La grandeza de Messi se explica con un axioma definitivo: es el Barça el que debe jugar para él y no al revés. Así lo han reconocido cuantos entrenadores ha tenido, también todos los compañeros que le han envuelto y que entienden el servilismo como lo más lógico porque si el 10 tiene la pelota todo puede pasar. Hay un dicho en Cataluña que dice que al pot petit hi ha la bona confitura. Lo que vendría a ser que el perfume en tarro pequeño se vende. Y el bote de las esencias de Messi, tal y como demuestra casi a cada jornada y como subrayó frente al Espanyol en el derbi, no tiene fin.
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