El Palau estaba para homenajes, pero no para bromas. Y el Barcelona, cuando empezó a jugarse verdaderamente el partido, en el tercer cuarto, actuó con la tensión y el acierto necesarios para quitarse de enmedio a un gris Panathinaikos. El equipo de Bartzokas, el Barcelona, cortó así la racha de tres derrotas que empezaba a comprometer su camino en la Euroliga. La única alegría que se llevó Xavi Pascual fue el reconocimiento de la que fue su afición durante ocho años y los obsequios que le entregaron antes del partido, uno de manos de Navarro, su jugador insignia, ahora lesionado. Pero el entrenador catalán, ahora en el Panathinaikos, tratará de preservar el buen recuerdo de su recibimiento al mismo tiempo que borra el de la flojísima impresión que causó su equipo.
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