En jornadas como las de este domingo cobra sentido el servilismo de Red Bull con Max Verstappen, uno de esos fenómenos que aparecen muy de vez en cuando en cualquier disciplina, incluso en una tan particular como la Fórmula 1. El holandés hizo la carrera de su vida delante de la legión orange que se congregó en Spielberg, el mejor escenario posible para su exhibición porque pertenece a la compañía que le da todo lo que pide.
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