En Estados Unidos 94, en medio de una bataola de críticas porque su equipo no enganchaba a la torcida brasileña, Carlos Parreira, el seleccionador de Brasil, concluyó antes de la final de la Copa del Mundo ante Italia: “No voy a cambiar el estilo de juego ahora que hemos llegado a la final. Puede que a algunos no les guste, pero somos el equipo más goleador, el menos goleado y el que menos puntos ha perdido”. Aunque exageraba el técnico, Brasil era una roca en defensa, muy activa en ataque de la mano de Romario y Bebeto. La Canarinha fue la segunda que más goles hizo (11, tras los 15 de Suecia), y se llevó la plata también en dianas encajadas (tres, solo peor por Noruega, fuera a las primeras de cambio).
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