A Luka Modric siempre lo ha monitorizado el aficionado blaugrana con cierta aflicción, como esos padres que observan al hijo predilecto persiguiendo su propio destino, alejándose con cada decisión de una vida que, durante años, planearon a sus espaldas. Al principio, llamó la atención su más que razonable parecido físico con Johan Cruyff, apenas un chiquillo de nariz afilada que comenzaba a despertar el interés de los grandes clubes europeos defendiendo la camiseta del Dinamo Zagreb. Luego llegaría su desembarco en la Premier League, que se ocupó de estrechar todavía más el vínculo. Enrolado en aquel Tottenham vigoroso, junto a Gareth Bale o Peter Crouch, la parroquia culé detectó en él un abecedario común, las cualidades propias del futbolista menudo y magnético que despachaba el mediocampo con idénticas herramientas a las utilizadas por Xavi o Iniesta en su propio jardín. Entonces, sin apenas reparar en ello, sucedió lo impensable.
source Portada de Deportes | EL PAÍS https://ift.tt/2Og9fNB
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire