Durante la estancia del Madrid en Abu Dabi, algunos periodistas le recordaron a Florentino Pérez una imagen que dejó la Décima en Lisboa. No fue el cabezazo de Sergio Ramos, ni el centro de Modric, ni la loca celebración de Bale, ni el torso de CR. La instantánea captó un momento en la zona técnica en el que Carlo Ancelotti, el entrenador de aquel Madrid, levantaba la ceja mirando sorprendido a Zinedine Zidane, su ayudante, que gritaba instrucciones con el brazo extendido. “Madera de entrenador”, asentía Pérez en uno de los salones del Four Seasons, el hotel del equipo en Abu Dabi. Si algún extraterrestre hubiese bajado en aquel momento al césped del Da Luz, habría pensado que el entrenador era el calvo que estaba desgañitándose y no el que estaba a su lado con la mano en el bolsillo.
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