No es fácil saber cuándo es el momento perfecto para irse de un sitio. Ese conocimiento no se deja dominar fácilmente. Si hubiese expertos, uno sería Marcelo Bielsa. Rara vez espera a que lo echen; sabe anticiparse. Por eso extraña tanto su despido del Lille. Nadie se va de los sitios como él, y pocos dejan su huella. Dejar huella exige si cabe más maestría que una buena salida. Casi todos nos vamos de un lugar y al poco tiempo nadie se acuerda de que estuvimos. Compartí redacción con un periodista al que, después de diez años dejándose la piel, los editores echaron del diario, y cuando a los pocos meses quedó segundo en un concurso literario, un redactor del periódico, con el que también compartió mesa, se hizo eco de su éxito escribiendo mal su nombre. La mala memoria se gana el espacio a empujones. Sin embargo, Bielsa cambia a la gente que lo rodea, y el día que se va se mantiene en sus recuerdos para siempre.
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