A estas alturas del juicio de la Liga, en ese proceso intranquilo que es la espera de sentencia, esperar fútbol entre dos posibles condenados al castigo es mucho pedir. Se espera sudor, del caliente y del frío, altercados razonables por la disputa del balón y cada metro fuera una conquista en la que se medía la prueba de inocencia de Osasuna y Sporting para conseguir un veredicto absolutorio. Para el conjunto navarro, ganar era como un tercer grado, algo parecido a soñar con los milagros que aunque no existan conviene acariciarlos.
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