La convención científica señala que los esfuerzos de alta intensidad en el fútbol son aquellos realizados a más de 21 kilómetros por hora. Un examen detallado del último clásico a través de las cámaras cenitales y los medidores de velocidad colocados en el techo del Bernabéu nos permite concluir que el partido más importante no lo decidió la intervención más intensa sino la mejor seleccionada. Messi no fue ni el más rápido, ni el que más kilómetros recorrió, ni el que más esfuerzos máximos hizo. Fue, sencillamente, el que se movió con más inteligencia.
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