La derrota del número uno del mundo, Andy Murray, parecía cantada en el Open Banc Sabadell de Barcelona. Solo era cuestión de esperar para saber el momento en que iba a producirse. Murray debutó en el Godó ya en los octavos de final, gracias al abandono de su primer rival el australiano Bernard Tomic, y se clasificó para los cuartos de final con una difícil victoria sobre el toledano Feliciano López. Ya allí evidenció la falta de competitividad, debida en gran parte a la lesión de codo que le impidió disputar el Masters 1000 de Miami y que le mantuvo parado un par de semanas, pero también a su aversión a la tierra batida. Y después salvó casi milagrosamente su acceso a las semifinales, en un duelo que el mataronés Albert Ramos no supo rematar.
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