Fue un empate sin chicha ni goles, un fiel retrato de la decepción y las limitaciones de los dos grandes de Manchester, que durante el próximo mes pelearán por entrar en la próxima Liga de Campeones por la gatera. Es para ambos más una obligación que un premio, un mínimo para justificar tanta expectativa no correspondida por el rendimiento. Cuando el pasado mes de septiembre Mourinho y Guardiola se cruzaron por primera vez en la Premier League el mundo pareció pararse. Meses después son teloneros de Chelsea y Tottenham, segundones también a nivel continental, donde el United aún trata de encontrar un alivio que le sitúe de nuevo entre los grandes a través de la Europa League. Enfrascados ambos en una espiral de onerosas adquisiciones, jugar la Champions les ayudaría a mantener ese tren de vida. El United lleva dos años lejos de ella y la campaña pasada ingresó algo menos de 4 millones de euros por derechos de participación y televisión en la segunda competición europea. Su rival, en la máxima, recaudó 84 millones en esos conceptos.
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