Hay partidos que se resuelven por asuntos circunstanciales, imponderables, cosas que no se entrenan, ni se prevén. Suceden porque el fútbol es la ecuación entre aciertos y errores, aunque estadísticamente sean mayoritarios los segundos, porque el pie o la cabeza son menos precisos que la mano. Sucedió por ejemplo, que cuando mejor se organizaba el Eibar, invadiendo el campo y exigiendo lo mejor de Herrerín ante la improvisada defensa del Leganés (repelió dos remates en la misma jugada de Riera e Inui), Antonio Luna comete un error que sanciona su impericia. Intenta ceder con la cabeza a su portero, con cinco o seis mejores opciones para solventar la jugada, y le pone el balón en los pies a Guerrero, que disfruta como un niño con el regalo. Puro espíritu navideño.
source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/2hfzf8d
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire