Es difícil saber que estaba haciendo Andrés D’Allessandro antes de saltar al campo de juego del Monumental para enfrentar a Boca, el rival de toda su vida, en el último partido en casa antes de su despedida del club. Tal vez pensaba en cuanto extrañará los pasillos de la institución el año entrante; o elaboraba en su cabeza los certeros pases que minutos más tarde desplegó en el césped; otra posibilidad es que haya estado pendiente del empate entre Inter y Fluminense, por el torneo brasileño, que decretó el primer descenso a segunda de la historia del equipo de Porto Alegre. El mismo lugar en el que D’Alessandro debe presentare el 2 de enero, a no ser que negocie otra cosa.
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