Los partidos que nadie merece ganar los puede ganar cualquiera. El asunto se liquida por actuaciones personales o circunstancias coyunturales, imprevisibles, Lo ganó el Baskonia (65-62) como lo podía haber ganado el Barcelona, que vivió la mitad del encuentro por delante en el marcador, pero se desinfló cuando el Baskonia ajustó un poco su debilísima defensa y, sobre todo, apareció la inspiración de sus dos bases, Larkin y Beaubois, acostumbrados a acompasar el corazón con la cabeza.
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