La octava victoria del Baskonia en la Euroliga reunió toda la incertidumbre que es capaz de generar el baloncesto, incluido el reloj del pabellón, que como es sabido, es pieza clave en un deporte tan tecnificado. Los últimos minutos en el Basket Hall de Kazan fueron como bolas de plomo cayendo sobre la nieve. Dos veces se paró el reloj, acorde con el frío que reinaba en el exterior, precisamente cuando las pulsaciones de los jugadores resonaban en un pabellón que parecía asistir a la ópera.
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