Fueron dos jugadas, dos chispazos entre ese trabajo a destajo en el que se ha convertido el fútbol actual. Puro cálculo, pura precaución, puro sudor sin un átomo de riesgo. Fueron dos jugadas. Una fue un pase de Donk, mitad central, mitad centrocampista, según por donde circule el balón, un pase en la primera mitad que dejó solo a Rubén Castro frente a Pacheco y el portero alavesista anduvo más listo, más ágil, más contundente que la cabriola que quiso hacer el delantero canario, tan suave que se derritió antes de asomarse a la portería. La otra fue un pase profundo, similar al de Donk, casi idéntico, de Toquero, en la segunda mitad, a Deyverson, que el delantero brasileño interpretó a la perfección, corriendo hacia la derecha en su busca y rematando con la izquierda para descolocar al portero.
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