Al “monstruo”, como Barry Bennell se definió a sí mismo ante el juez, le gustaban morenos, vulnerables y muy jóvenes. El pequeño Andy Woodward encajaba en el perfil cuando, con apenas 11 años, empezaba a destacar en los círculos del fútbol escolar de Stockport, a las afueras de Manchester.
source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/2guIu4M
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire