El pasado domingo las gradas del flamante estadio Allianz Arena de Sao Paulo se teñían de color verde y emociones desbordadas: El Palmeiras se proclamaba matemáticamente campeón brasileño. Un club cuya historia centenaria han escrito colosales leyendas del fútbol brasileño y que sigue fabricando grandes promesas: Sobre el césped derramaba lágrimas de alegría el delantero Gabriel Jesús, que a sus 19 años se despedía del club con la medalla de campeón al cuello y un contrato con el Manchester City bajo el brazo.
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