Cuando el fútbol llegó a España, y podían leerse crónicas tan bonitas como esta de El Imparcial (“jugaron muy bien los madrileños, pero con la desventaja de ser casi todos gente nueva en este vigoroso sport”), el Madrid, como club decano de la ciudad, impuso jugar de blanco porque era el color de la ropa interior con la que todos jugaban entonces; los jugadores se quitaban la ropa de calle y usaban el calzón y la camiseta como uniforme. Como los equipos se distinguían por una banda cruzada tipo Miss que terminaba cayendo, el Madrid dijo que como decano él siempre de blanco: que los otros se hiciesen calzones de colores. Con ese primer gesto totalitario el Madrid no sólo aseguraba el negocio de Adidas medio siglo antes, sino que fundaba algo tan importante como el madridismo: el antimadridismo.
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