El fútbol portugués no tiene jeques, pero sí perlas sin pulir y, no menos importante, un plantel de buenos entrenadores que las pulen y multiplican su valor en un par de años. El último fenómeno se llama Renato, un todoterreno criado futbolísticamente en la calle y que le costó al Benfica 750 euros. Ocho años después le ofrecen al club 30 millones. Renato no es el único sino el último caso de una liga europea más importante cualitativa que económicamente, pues favorece la proyección de jóvenes futbolistas.
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